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martes, 8 de octubre de 2013

Misterios de Argail: Pueblo maldito de Marmellar (Tarragona)

Basado en hechos reales:

Marmellaaaaaaargh!
Reconozco que me atrae considerablemente todo aquello que resulte difícil de comprender y que me divierte profundamente cualquier hecho que no tenga explicación empírica alguna. Cuando la situación lo requiere intento mantenerme lo menos escéptico posible. Por este motivo me veo en la obligación de saltarme los parámetros establecidos y divagar sobre el trayecto que me acaeció hará unos días cuando nos dirigíamos yo y tres compañeros hacia el pueblo maldito de Marmellar (Tarragona). Toda una “true story”.

En España hay más de 3.000 pueblos totalmente despoblados y olvidados, y si perduran los tiempos que corren, muy pronto habrá ciudades desoladas. Lo curioso es que dada la crisis muchos ayuntamientos ponen a la venta estos pequeños núcleos urbanos para ser adquiridos por valientes compradores. Actualmente este fenómeno es todo un “bum” y por ejemplo, en Cataluña se puede encontrar una lúgubre aldea por el módico precio de 250.000 euros. Lo que no se imagina el comprador (o seguro que sí) es que la reforma del solar y del inmueble puede cuadriplicar el capital inicial. Por esta razón, el 80 % de los interesados son extranjeros en especial noruegos, ingleses, franceses y rusos; y si este mercado no lo para nadie pronto veremos en nuestras pistas forestales inquilinos cazando tórtolas con un Kalashnikov.

Marmellar y su leyenda negra:

El pueblo abandonado de Marmellar se ubica en la frondosa sierra del Montmell, en Tarragona y se sitúa en una especie de valle tapado por la vegetación que impide localizarlo a simple vista. Se da fe de este hecho ya que aunque se contaba con las indicaciones de un oriundo de la urbanización colindante, la fantasmagórica Atalaya Mediterránea, estuvimos caminando unas tres horas en círculo sin encontrar dichas ruinas agotando nuestros víveres.



Cuando finalizó la guerra civil española, los ciudadanos de Marmellar empezaron a abandonar sus casas por los motivos clásicos de aproximarse a las grandes ciudades y porque según cuentan; la tierra de la cual vivían los lugareños era propiedad de hacienda y se asignó un agente rural para cuidar esa zona. Ese control por parte de hacienda originó injustas multas y un malestar progresivo que desembocó a que el pueblo quedara totalmente desértico.

Pero la leyenda maldita de Marmellar no se establece en tiempos remotos sino en la cercana década de los 90. En el año 1993 y con un país compungido por los atroces crímenes de Alcácer, unos cazadores encontraron el cadáver calcinado de una mujer con una edad comprendida entre los 20 y 30 años. El cuerpo se hallaba dentro de la fosa del sacerdote de la mismísima iglesia abandonada de Marmellar. Antes del asesinato, esta pequeña urbe desolada era célebre por ser un lugar predilecto para la celebración de ritos satánicos. A día de hoy aún se pueden leer algunos escritos demoníacos por las paredes de la zona; por lo que no se descarta que la mujer hubiera sido asesinada en mitad de una misa negra.

La mujer fue quemada encima de un colchón antes de ser trasladada a la tumba del cura de la iglesia y también tenía los dedos de las manos seccionados como si los asesinos hubieran querido eliminar pruebas o si la parte amputada formara parte de algún tipo de ofrenda diabólica. Lo curioso del caso, es que actualmente nada más entrar en el pueblo, en la primera casa a la derecha se hallan unos restos quemados de un colchón, dando un poderoso tono insano al lugar. Muchos son los testigos que han visto a altas horas de la madrugada a personas que se acercaban al pueblo en coches de alta gama y con atuendos idóneos para este tipo de celebraciones negras. El punto álgido del caso es que nunca se pudo identificar a la víctima aunque se sospecha que se trate de una prostituta de la zona pero lo que es más grave es que tampoco se ha podido detener a los asesinos. Esto significa que hace ya 20 años que corren entre nosotros unos asesinos sin identificar.

El segundo crimen fue mucho más estremecedor ya que la víctima era una conocida de la zona y esta vez sí que había nombre y apellidos en el caso. En febrero del 1996, un agricultor encontró el cadáver de Ana María Marín de 19 años debajo de una puerta abandonada en un bosque cerca de Marmellar y de la urbanización Atalaya Mediterránea. La víctima trabajaba en una solitaria gasolinera de la zona y en el momento de su hallazgo presentaba parte del cráneo aplastado y claras evidencias de haber sido estrangulada. Actualmente la gasolinera aún permanece en la zona y como sucedió en el anterior crimen, se desconoce la autoría.


Cuaderno de bitácora:

Una mañana de viernes nos dispusimos a realizar el típico campo a través por la sierra verde del Montmell, a espaldas de las montañas de Montserrat donde el nazi Himmler perdió la chancla buscando el cáliz de cristo. Siguiendo nuestro camino imaginario hacia Marmellar, cada cinco minutos nos fuimos encontrando unas manchas de sangre en el terreno y se supuso que pertenecían a algún jabalí herido al ser alcanzado por el disparo de algún cazador.


Ya con la tontería detrás de la oreja, nuestra sorpresa fue mayúscula cuando empalmamos un camino de cabras con una carretera totalmente asfaltada, alcanzando la fantasmagórica urbanización de Atalaya Mediterránea. Esta urbanización de diez chalets, la mitad derruidos o tapiados, disponía de un parque infantil que más que un lugar de ocio para la infancia parecía más una zona de pruebas nucleares. Sin embargo, llegamos a la urbanización faltos de agua y nos vimos obligados a llenar nuestras recicladas botellas en una manguera que se ubicaba detrás del famoso parque infantil. Aquella agua era veneno amasado pero era lo único que disponíamos a nuestro abasto. 

En la misma urbanización, llegamos a un mapa de la zona que se situaba junto a unos buzones totalmente destruidos pero encontramos vida al final de la calle. Estuvimos observando con esmero como se nos acercaba paulatinamente una octogenaria con un extraño caminar. Cuando empezamos a sentirnos amenazados, la señora alzó su rostro, viró 180 grados y huyó de nosotros como si en aquel instante hubiera aprendido un curso acelerado de Parkour. De pronto, surgió el hijo de esa señora de algún lugar inhóspito y con un extraño semblante. Muy amablemente nos comunicó las indicaciones necesarias para llegar a Marmellar.

The ghost urbaniseison
Cuentan que esta urbanización nació en la década de los 60 para ser la más lujosa de Cataluña. La constructora prometió las edificaciones de un hotel, una pista de tenis, un golf y un club selecto pero según confirman hubo un asunto turbio entre la constructora y el ayuntamiento, y al más puro estilo “el Pocero”  todos los proyectos sufrieron un “coitus interruptus” quedando todo parado. No hay que ser ingeniero de caminos para ver que ese terreno no es edificable y en el pasado ya tuvieron sus problemas para llevar las cañerías de agua a la zona donde según dicen, los pocos inquilinos que residían utilizaban un pozo del mismo constructor.

Actualmente he leído por la web a personas que afirman que en esta urbanización solo hay jolgorio y algarabía. Dios me libre… efectivamente había un Dina4 colgado en un tablón de anuncios que anunciaba la celebración de las clásicas fiestas de la urbanización donde iba a pinchar como DJ un tal “Peperoni”. Supongo que un viernes a las 16 horas de la tarde era mala hora para encontrar ser vivo alguno a excepción del androide T-1000 transformado en una amable octogenaria que localizamos en una de las viviendas.


El T-1000 viene del pasado.
No quiero dejarme en el tintero que en el transcurso del camino hacia la urbanización contemplamos el Hostal Atalaya también abandonado de la mano de Dios. Según cuentan los mismos que intentaban vender una parcela en el foro donde me informé, aquel hostal fue un gran éxito de público y  se formaban largas colas para probar sus suculentos platos de su restaurante.  Uno de los motivos del cierre del hostal fue por el insignificante detalle de la dificultad de llevar agua a la zona.


Al avanzar nuestro camino fuimos aumentando el halo de misterio y nos topamos con una impresionante antena del tamaño de un polideportivo, con cámaras de seguridad y con un amenazante cartel. La antena es propiedad de Aena pero aquella construcción nos parecía más  un sistema pionero de detector de Ovnis sacado de la película Contact. La realidad es que una antena de tales dimensiones construida en medio de una urbanización medio abandonada y con un acceso realmente difícil, te lleva a pensar cualquier tipo de opción “conspiranoide”.


Hacía Marmellar:


Finalmente encontramos el camino correcto que nos llevaría hasta Marmellar pero no sin encontrarnos un duro escollo por la vía que retrasaría aún más nuestra llegada al pueblo. A 50 metros de nosotros apareció un agricultor que nos indicó agresivamente que saliéramos “de estar cerca” de su propiedad porque iba a llamar a la policía. Investigando sobre este famoso personaje, se puede decir que con nosotros fue amable ya que este individuo en anteriores ocasiones suele amenazar a tiro de escopeta. Sin embargo, teníamos dudas de que ese camino fuera el correcto ya que encontramos visibles señales de propiedad privada, seguramente bien puestas por el “pagés”, con la finalidad de ahuyentar a los extraños.

En medio de las amenazas e insultos me armé de valor y le consulté si íbamos bien dirigidos hacia Marmellar haciendo caso omiso a sus improperios. Conseguí que me dijera que sí y el caballero viendo que nos estaba ayudando y que estaba siendo demasiado amable, retornó a su modo hostil y prosiguió con sus amenazas aún estando a varios km de nosotros.
No se puede culpar a ese hombre de su malhumor ya que debe haber vivido toda su vida en esa zona y supongo que tiene que estar hastiado de todo lo que habrá visto transitar por ese camino. Sectas, policías, asesinos y gamberros habrán sido su pan de cada día. La verdad que los dos contactos humanos que nos topamos demostraron una desconfianza desmesurada.


Por fin llegamos a Marmellar pero se nos hizo bastante tarde y nuestra visita fue rápida. Efectivamente, en la primera casa nos encontramos el famoso colchón quemado y en la iglesia hallamos la desgraciada fosa donde se encontró el primer cadáver de aquella mujer sin identificar.



No teniendo suficiente emoción, me enfilé por las tortuosas y poco seguras escaleras que dirigían hacia lo alto del campanario. No está de más alertar que cualquier caída en solitario por aquellos parajes no es plato de buen gusto, o también puedes arriesgarte a que esa misma noche puedan encontrarte los amigos de lo diabólico y quieran sustituirte por la gallina que llevaban en su usufructo para el rito de turno. La seguridad es lo primero.


La misteriosa desaparición de la barandilla.

Después de dejar la habitación del famoso colchón, nos desplazamos hacia el mejor lugar de la estancia; el antiguo cementerio del pueblo. Este camposanto está formado por cincuenta nichos y una tumba, ya vacía (solo faltaría), en el suelo. Realmente el lugar ofrecía el respeto y el temor que no acatamos en su momento ya que en un ataque insensato, nos adentramos dentro de los nichos casi formando un perfecto tres en raya.



En vista de que oscurecía y que quedaba la zona de las viviendas por visitar, me dirigí en solitario por las casas donde moraban los antiguos ciudadanos del pueblo. Habría más de doce casas separadas por pequeños caminos y todas ellas con los tejados hundidos que se sostenían en antaño gracias a unas bigas de madera. Las casas conservaban los antiguos hornos (si es que lo son) y aún permanecían en pie los tabiques que separaban las diferentes estancias.



Recuerdo una casa en especial. Aquella vivienda que disponía de una especie de sótano inundado de agua. Me extrañó ver aquel sótano anegado de agua ya que hacía días que no llovía y el resto de viviendas permanecía igual de árido que el terreno que pisábamos. En ese agujero lleno de agua había diversos troncos clavados en vertical hasta el fondo del sótano. Me marché de aquella casa con un leve mal fario pensando que hubiera pasado si hubiera quitado los troncos del inundado sótano. Probablemente hubiera caído por el peso dentro de aquella balsa llena de cachipollas y demás dípteros llevándome un buen susto.
Cerramos el chiringuito y volvimos sobre nuestros pasos con la suerte de que aquel hombre que había interrumpido nuestro camino ahora estaba por otros menesteres.



Sorpresa final:

Cuando llegué al hogar estuve visionando un par de veces el material recogido con el fin de distribuirlo entre mis compañeros de andanzas sin apreciar nada anormal. Pero en una última repasada me di cuenta que en un instante puntual, una especie de vocecilla se asomaba justo al entrar en una de las casas de Marmellar. Efectivamente donde se escuchó la voz pertenecía a la casa del sótano inundado. No se identifica el significado y aparece en el segundo 0:17. El vídeo continua pero aparezco vociferando incongruencias y es conveniente permanecer en el anonimato para evitar la visita de los clásicos hombres de negro. Es irrelevante que afirme que en el vídeo no hay edición alguna pero antes de aventurarme en algo “extrasensorial”, lo más probable es que lo haya hecho yo mismo inconscientemente, lo que los expertos llaman ventriloquia subliminal. Sí, hablo solo. Aún así no deja de ser curioso. La verdad está ahí… pero ahí, ahí.