domingo, 19 de julio de 2015

Álbum "la Mansión del Terror" de Aston


No puede haber sensación más melancólica que aquella en la que uno se encuentra en frente de su habitación de adolescente. Aquel cuarto de ca la mama en la que uno ha vivido momentos de alegría y de pesadumbre, de enamoramientos y de calabazas. Sólo el inocente hecho de mirar al suelo ya me retorna a momentos nostálgicos como el que viví en aquella descomunal cogorza donde nada más entrar en mi habitáculo eché lo bebido hacia el adoquinado. A la mañana siguiente me percaté que aquella zona que había recibido el impacto de mi bilis se había borrado el color de las baldosas como si el día anterior hubiera emanado sangre de Alien por mis fauces. Pero no hemos venido a hablar de mi libro sino de mi álbum. Un álbum curioso encontrado en las entrañas de mis cajones muy al estilo del sótano de los Goonies pero sin mapa de Willy el Tuerto.


La década de los 80 y 90 fueron de cromos, del intercambio, de la permuta, del “tengui”, “falti”. Ahora este canje es llamado piratería o vulnerabilidad de la propiedad intelectual a terceros. En aquella época quién tenía el monopolio en esta índole era la marca Panini y la realidad es que partían la pana. A día de hoy siguen firmando derechos exclusivos con la FIFA para sus álbumes como por ejemplo el de la copa mundial femenina (2015), toda una novedad. From behind the Panini, llegaban con fuerza los álbumes de Aston Ediciones, Cuscó y quizás Merlin Collections; y cuando la moda se instauró gracias a los monederos de nuestros progenitores, el mercado aprovechó el tirón y hasta Danone, Matutano entre otras marcas sacaron álbumes de todo tipo. Todo esto según mi cajón, seguro que me dejo algún dato.


El primer documento que ha surgido de mi sabio cajón ha sido el álbum de la Mansión del Terror, muy bien conservado pero incompleto, seguramente apartado de mi interés de crío por la crudeza de sus adhesivos y porque se hacían la picha un lío con los géneros que contenía dicho álbum.
El álbum fue editado por la empresa catalana Aston de Ediciones, SA en el año 1990, a lo que yo me hallaba con sólo 8 años. Según las webs de 2ª mano, el álbum vacío tiene un precio que oscila entre los 4,75 € y 20 €. Y el álbum completo se tasaba en 36 €, pero el único visto ya está vendido, y en vista de su posible extinción se empiezan a vender los incompletos a 40 €. O sea que por el mío recibiría 40 “europeos” pero no se moverá de mis fauces.


Aston ofertaba que pudieras pedir hasta 8 cromos del álbum a un módico precio de 10 pesetas cada uno. Eso sí, 50 pesetas los gastos de envío. Seguramente la frase “es que me cuestan más los portes que el artículo” surgiera de estos chanchullos de antaño. Según mis datos, la empresa Aston con sede en Esplugues del Llobregat ya ha desaparecido o como reza la fuente entre paréntesis, está “extinguida”.  

Ahí está Elvira, en la puntita, superior derecha.
La Mansión del Terror es el segundo álbum (la secuela) de otro anterior llamado Efectos Especiales que también obra en mi poder pero que por cuestiones de orden, comenzaré por esta segunda parte.


Obviamente un álbum nacido en 1990 contiene un repertorio de imágenes de películas procedentes de mi adorada década de los 80, lo que hace que esta encuadernación sea un digno documento de lo más cojonudo. Se muestran imágenes que no se basan estrictamente en el género del terror sino que vemos cromos de pelis como el Laberinto (1986), Mi amigo Mac (1988), Masters del Universo (1987), Bitelchús (1988) y hasta Cyborg (1989) del maestro Van Damme. Lo que implica el hacerse la picha un lío en cuestión de géneros ya que toca la ciencia ficción, fantasía, acción y algunos más que no dan buen pie al título del álbum.

El malote de Cyborg, Saurod de Masters del Universo y la cabeza de Baldwin en Bitelchús.

Virtudes y defectos:

Lo mejor del álbum son las imágenes de los cromos, explícitas, terroríficas y sugerentes. Varios adhesivos daban auténtico terror: malformaciones, cabezas cercenadas o heridas con muy mala pinta. Seguro que os acordáis de este primero. Qué “grimaldi” daba… 

Robocop, el primer cromo

Y también el álbum tenía la original idea de poder seguir una historia mientras lo ojeabas. Dependiendo de los cromos que tenías enganchados en cada hoja ibas saltando de una página a otra siguiendo el cuento. A parte cada plana tenía su título: el desván de las máscaras, biblioteca satánica, sala de torturas, etc. Y el juego consistía por ejemplo... 


Sin embargo, el pobre álbum contaba con notables defectos empezando por su colorida portada. Se le ve poco esmero en un boceto con buena idea (ya que se trata de una mansión) pero con un coloreado muy saturado, colores demasiado vivos, que cantan como una almeja, vamos…


Otro fallo es que se echa de menos un listado de las películas que se reflejan en el álbum ya que debajo de cada cromo vemos en tono de humor negro chascarrillos como “Lengualarga”, “Cabeza colgante del guardajamones”, “Pelucón butifarrero” o “No empujen que ya cabemos”, éste concretamente es en referencia a un cromo donde se ve una alimaña lamiendo la cara de una pobre mujer. 


Para colmo el álbum contiene un cromo donde aparece Van Damme y debajo cita: Arnold el cortajamón. No se sabe si es una frase hecha o que han confundido al belga con Schwarzenegger.


También se repiten imágenes de diferentes escenas de la misma película como por ejemplo de Bitelchús. De esta cinta existen 6 adhesivos en diferentes páginas y en una ocasión hasta se repite la misma imagen.


Pero sin duda si hay un adhesivo que me ha esbozado una sonrisa, éste ha sido uno visto en la sección llamada “Un Pasadizo Secreto lleno de asesinos”. En dicha página se observa con el título de “musculoso rojo” a Van Damme en la película Kick Boxer. El belga es catalogado como asesino y no sé sabe si dicha película podría ser catalogada como terror. Si hubiera sido un servidor hubiera escogido en su lugar al antagonista de Kick Boxer, Tong Po, que ese sí que daba miedo.


En conclusión, la confección del álbum se ha hecho con prisas y con un poco de ignorancia supina. Da la sensación que el primer álbum “Efectos especiales” obtuvo tal éxito que se mandó hacer deprisa y corriendo este “álbum secuela” como si estuviéramos hablando de lo que sucede en el cine de nuestra época. Y no me extrañaría que se hubieran ahorrado el identificar cada cromo con su película por la misma razón. 


Sin embargo, quitando la variedad de géneros, las imágenes de los adhesivos están bien seleccionadas y se reflejan en los cromos las mejores escenas de sus respectivas pelis. La verdad que me tiene un poco loco saber qué criterios se han escogido para la elaboración del álbum pero aquí está formando parte de nuestra infancia.



Están vivos! el segundo cromo de la derecha.
 


Hasta la peli Brazil, el tercer cromo de la derecha,
 


Las fotos del álbum son de ca la mama pero sí tenéis interés en verlo completo en este blog lo encontraréis. No he querido robar fotos, que es feo… 


Me piro a la playa.
Un abrazo.

lunes, 13 de julio de 2015

Open Water (2003)


 "Yo quería esquiar”

Película:

Vendida como “El Proyecto de la Bruja de Blair en el agua”; Open Water nos sumerge en la historia de una pareja de novios que decide contratar una tranquila inmersión acuática con más turistas. Ya en pleno buceo, la pareja distraída por los encantos de la fauna marina no percibe que se está alejando lentamente del barco de rescate. 
La excursión finaliza y los organizadores observan como los turistas van subiendo al barco y se disponen a iniciar el recuento. Sin embargo por error contabilizan dos veces a dos de los buzos y según su criterio todos sus clientes ya están en cubierta. El barco se marcha.
Pasados unos minutos, Susan (Blanchard Ryan) y Daniel (Daniel Travis) regresan a la superficie del mar y descubren su macabro destino: han sido abandonados en mitad del océano.
  

El abandono en mitad del océano es uno de esos miedos ancestrales que el humano lleva grabado en su ADN y este trauma es la clave donde reside lo más aterrador de esta historia, ya que Open Water no es ficción sino una adaptación de un trágico hecho real. Sólo el imaginar la soledad, los vómitos provocados por el oleaje, medusas, seres que te rozan y que no ves, frío, calambres... ya hacen de esta vivencia acuática algo realmente estremecedor.
Open Water es una película de supervivencia, un thriller psicológico mal confundido como cinta de terror. No es una película de terror ni mucho menos.

Además el espectador tendrá que poner de su parte e instalarse un software en el cerebro para que tenga latente en todo momento, de que el film se basa en un hecho real, porque el tedio en la primera media hora puede reinar. Aspecto negativo del film si observamos que su metraje es de sólo 1 hora y 15 minutos. 
El film se inicia con la pareja en tierra versando ridículos diálogos pero necesarios para ofrecer al espectador que los novios son adictos al trabajo y que este hecho afecta a su relación. Sin embargo cuando por fin dejamos los problemas conyugales y el aislamiento acuático se hace patente, la película gana mucho ritmo y por fin nos regala esa tensión, ese miedo ancestral que el público (y yo) buscaba. 
Toda esa tensión concluye con uno de los finales más desalentadores del celuloide.


Open Water es otro claro ejemplo de película de bajo presupuesto (costó 120.000 dólares) que triunfó de manera excepcional recaudando casi 59 millones de dólares en todo el mundo. Como suele pasar en estos casos su director Chris Kentis fue al Festival de Hamptons a mostrar su producto, donde los representantes de dicho certamen sudaron de ver la película. Sin embargo, tras su primer pase por el festival de Sundance al director y a la cinta le salieron amigos por todas partes y fue vendida a la productora Lionsgate por dos millones y medio de dólares. 
Del director de la peli, Chris Kentis, poco sabemos pero en el 2011 se aventuró con la película de terror Silent House, filmada en su totalidad con un plano secuencia (con trampas). Un estilo como la sobrevalorada hasta los topes Birdman pero realizada tres años antes. También Chris Kentis dijo que escribiría un guión para una película llamada Indianapolis para la Warner Bros. Una película que le iba como anillo al dedo ya que se basaba también en un hecho real que si tenéis curiosidad el amigo Robert Shaw os lo explicará mejor que yo. 


Tiburones de verdad

El rasgo más sorprendente de la película es su real puesta en escena donde el CGI se muestra ausente. Los pobres actores rodaron las escenas con tiburones de verdad y sin ningún tipo de jaula. Aún así, iban pertrechados con una cota de malla debajo del neopreno por si las moscas. Tampoco la cinta nos ofrece cierto contenido escabroso, la ausencia de gore es total y toda la responsabilidad que evoca el film recae en el miedo psicológico. Como exclamaba el personaje de Susan en el agua “No sé que es peor, si verlos o no verlos (los tiburones)”.


La cinta se rodó en fines de semana y fiestas varias por las costas de las Bahamas durante tres años y está filmada en vídeo digital, lo que nos ofrece una imagen un poco barata, pero sí una especie de textura muy similar al del falso documental. Dado el bajo presupuesto dudo que pudieran instalar pesadas grúas en una zodiac. Esta escasez de medios permitió a su director financiar su propia película con la ventaja de que ningún productor le comiera la oreja mientras realizaba su proyecto. Libertad creativa se le llama. 
Como todo en la vida, el director de Open Water, Chris Kentis, fue ayudado por su señora a sacar adelante el film (guión, montaje…), una tal Laura Lau que además junto con el director son aficionados al submarinismo. Es más, como si fuera cachondeo, en su vida “real” también fueron abandonados temporalmente en una excursión de buceo. Se ve que es una moda bastante instalada esto del abandonarte en medio de la nada en excursiones de todo tipo.


La pareja de directores trabajó con un experto local en materia de escualos que los llevó a un arrecife donde abundaban tiburones grises y algunos tiburones toro. Y para poder conseguir que los tiburones salieran a flote el director lanzaba atún con sangre en el agua mientras su mujer, la tal Laura Lau, filmaba la escena desde una barca con las piernas colgando. Qué bien. Sin embargo, antes de lanzar a los actores al agua, buzos experimentados permanecieron horas en el agua antes de que los actores entraran en contacto con los tiburones.

Los intérpretes pasaron 120 horas en el agua para rodar la peli (con o sin tiburones) y la actriz (Blanchard Ryan) confirmó en una entrevista que estaba aterrorizada de meterse en el agua rodeada de escualos y que, a ser posible, preferiría rodar en una piscina (ja). Su media naranja en la película (Daniel Travis) pensó que iba a nadar con 2 o 3 tiburones pero cuando llegó a la zona de rodaje había más de 45 y 50 escualos. Aun así, los actores sólo estuvieron realmente con tiburones dos días de rodaje por cuestiones de seguridad y por asuntos económicos ya que en esos dos días se fue la mitad del presupuesto en contratación de expertos. El único accidente de la cinta fue cuando una barracuda mordió la mano de la actriz. Nada grave. Aún así, si uno echa un vistazo al “Behind the scenes” impresiona ver como los actores permanecen en el agua rodeados de nerviosos tiburones por el fiambre.



Por último, no hace falta decir que por ejemplo en el 2003 hubieron 55 ataques de tiburón en todo el mundo, 4 de ellos mortales, y que ese mismo año, y sólo en USA, murieron 44 personas por la caída de un rayo. La probabilidad ridícula de ser asesinado por un tiburón está ahí como también está ahí que por una mierda de sopa estén extinguiendo a este pez que vive en este planeta muchísimo antes que nosotros.

Curiosidades:

Atención a los créditos finales, que hay sorpresa dentro del estómago del tiburón.

La actriz Blanchard Ryan ganó el premio Saturn a mejor actriz en el 2004 por su papel en Open Water. Muy maja, aunque después de la peli y en un periodo de cinco años sólo participó en una película.



La escena de las medusas no estaba contemplada en el guión. De repente apareció un banco de medusas en el rodaje y si no llega a ser por los trajes de neopreno se podría haber montado una escabechina.



Existe una especie de secuela llamada Open Water 2: A la deriva con una idea bastante interesante. Un grupo de jóvenes van en barco por alta mar y deciden darse un chapuzón pero ninguno de ellos ha caído en la cuenta de que antes de lanzarse al agua hubiera sido ideal haber bajado la escalerilla que les permitiera volver a subir a cubierta. Muy bueno (¿).



Los directores de la película no han querido revelar la ubicación exacta donde se rodó la cinta para no perjudicar el turismo de la zona. Transmitir la sensación de que “si vas allí, esto es lo que te va a pasar” no era lo correcto.

Los actores estaban atados a la barca de filmación mediante hilo de pescar ya que las corrientes del mar los desplazaban de su posición.

El misterio de la muerte de los Lonergan (hecho real que inspiró a Open Water)



En 1998, el matrimonio norteamericano Tom (33 años) y Eileen Lonergan (28 años) contratan una sesión de buceo en los arrecifes de la Gran Barrera de Coral de Australia pero por causas inexplicables fueron olvidados en alta mar. Son diversas las hipótesis que explican el porqué de los Lonergan quedaron abandonados a su suerte en el océano pero la teoría que cobra más fuerza es que la pareja saltó al mar antes del recuento inicial. En ese instante, el capitán del barco Geoffrey Nairn pensó que sólo llevaba 24 turistas en vez de 26, que era la cifra real.

Dos días más tarde de la desaparición de los Lonergan, el capitán encuentra los enseres personales y la documentación de los Lonergan en el barco. Rápidamente llama al hotel donde se alojaba la pareja y desde allí le comunican que hace dos días que estos huéspedes no han pasado por el hotel y que sus maletas siguen en la habitación. A partir de ese aviso, se origina una infructífera búsqueda de cinco días por el océano. Nunca los encontraron. Se sospecha que se ahogaron o que murieron devorados por los tiburones o las dos cosas por ese orden.

Al ver el grado de impotencia por hallar los cuerpos y la gran repercusión social y económica que tuvo el caso, se barajó la posibilidad de que se hubieran suicidado ya que en el diario del marido se encontraron citas escritas que explicaban que estaba deprimido y que deseaba una muerte rápida. La familia de los Lonergan afirmaron que se sacaron de contexto estos escritos y que el matrimonio era católico y ya se sabe que el suicidio no sienta muy bien a los fieles de esa religión. El sargento del caso comentó que si querían una muerte rápida, el estar abandonados en el mar, rodeados de tiburones, con deshidratación y ahogándose lentamente no era una forma de morir indolora.

También se barajó la posibilidad de que fueran rescatados por un desconocido buque ya que existían testigos que afirmaban que vieron al matrimonio entrar en una librería en Port Douglas y hasta fueron vistos en un hotel, pero ante todos estos rumores sus cuentas bancarias permanecieron intactas desde el suceso. A día de hoy, hay gente que ve los fallecidos del Titanic, lo que demuestra que a veces falla el subconsciente humano.



Unas semanas más tarde y a 100 km de su última ubicación, llegaron a la playa los chalecos de los Lonergan arrastrados por la corriente. No tenían marcas de muerte violenta y la teoría que prevalece es que con la deshidratación, el sol y el vaivén de la marea se hubieran quitado los pesados equipos en pleno delirio, sentenciando así su triste final.

Sin embargo lo más estremecedor es que seis meses después se encontró una especie de pizarra de piel con las que se comunican los buceadores y ésta estaba escrita por el marido de la pareja, Tom Lonergan. La pizarra decía: 26 de enero de 1998 (día posterior de ser abandonados) 8 A.M Para cualquier persona que nos pueda ayudar… se nos ha abandonado en los arrecifes. Por favor vengan a rescatarnos antes de morir. Ayuda!



Esta nueva pista descartaba el suicidio. Muchos australianos creen que fueron engullidos por tiburones ya que los ataques de escualos por la zona no son poco probables. En 2004, un tiburón blanco mató al surfista Bradley Smith.

El capitán Geoffrey Nairn fue acusado de homicidio involuntario pero no pisó la cárcel. Su castigo fue una multa ejemplar que le obligó a vender su negocio para poder afrontar dicha sanción. Cinco años después del suceso, la película Open Water abrió las heridas de este caso.


Why can't we be friends
Buscando información por la Web, la verdad que asusta con la facilidad en la que suelen ocurrir estos casos:


  • En 2011, El norteamericano Ian Cole fue abandonado por su barco en la costa de Australia y en aguas infestadas de tiburones. “Levanté la cabeza y vi que el barco se había ido”. A punto de ahogarse pudo pedir auxilio a otra embarcación que pasaba por la zona. El responsable fue despedido y a Ian Cole le devolvieron el dinero y le regalaron un bono para el restaurante (¿).






  • En 2013, Lexa y Jack Mendenhall fueron a Tailandia a celebrar su primer aniversario de casados y contrataron una inmersión. Sin embargo también fueron abandonados junto a dos instructores por el capitán del barco. Se ve que el capitán notó problemas mecánicos en el barco y no se le ocurrió mejor idea que irse a tierra firme sin los pasajeros. Llegó la noche y los Mendenhall seguían en el agua notando bajo sus pies como correteaban unos alegres escualos mientras el oleaje se hacía cada vez más violento. Aterrorizados en la noche pudieron alcanzar otro barco que pasaba por la zona.





       Un abrazo veraniego.