Fahrenheit 451 es la temperatura a la que arde el papel y también un clásico de la literatura.
Este tipo de historias distópicas crean en mi ser
un debate interno donde se me plantea la duda de si realmente la ignorancia puede
ser una herramienta para alcanzar la felicidad. En la ficción de Fahrenheit
451 están prohibidos los libros y ese hecho, provoca que sus ciudadanos vivan en una feliz
ignorancia hasta que despiertan pero ¿ese despertar es positivo? Mi duda es si
sería mejor si viviéramos sin redes sociales y sin ese constante bombardeo de
información. La historia de Fahrenheit 451 se centra
en la prohibición de los libros porque esos textos facilitan
el pensamiento y el análisis, provocando la discordia y el sufrimiento en el
ser humano. El villano de la obra, Beatty,
explica que el aumento de la población ha originado la aparición de más
minorías susceptibles a ofenderse por algunos textos y por esta razón,
convierten los libros en ceniza. Esta frase de un personaje de ficción escrita en 1955, me da absoluto vértigo ya se puede extrapolar a nuestros días.
La versión de la película de Fahrenheit 451 del 2018 nos traía ejemplos como la quema de la obra de Hemingway por la presión feminista o el volumen de la obra Hijo Nativo, que ardió para no ofender a la comunidad negra. Actualmente, el título “Diez negritos”, novela de Agatha Christie, ha sido modificado por “Eran diez” con el fin de no ofender.
Personalmente, reconozco que soy más feliz sin redes ni
televisión pero me asfixia la idea de no estar informado. Encontrar el
equilibrio entre vivir informado y la felicidad, es un estado difícil de conseguir.
La historia de la obra se basa en el personaje de Montag,
un bombero que se dedica a quemar libros porque el gobierno estima que la literatura es el principal enemigo. Sin embargo,
Montag sufre varios sucesos que originarán un cambio de rumbo en su
manera de ver el mundo y se verá obligado a tomar el control de su vida.
Nuestro protagonista es un conformista y está orgulloso de formar parte del cuerpo ejecutor del gobierno. Sin embargo, conoce a Clarisse, un espíritu libre que le cuestiona si es verdaderamente feliz y en ese instante, todos sus cimientos se tambalean. Su relación con su mujer, Mildred, se verá afectada por esa duda ya que ella está profundamente asentada en ese estilo de vida. Montag buscará la ayuda de un profesor, Faber, para aclarar su dilema pero el jefe de bomberos, Beatty, empieza a sospechar de las intenciones de Montag.
Influencias, parecidos y guiños en el cine:
Un mundo feliz o 1984 forman parte de esta
literatura distópica y el cine y la televisión han explorado mucho sobre estas
sociedades sin empatía ni conciencia como V de Vendetta o Hijos de los
Hombres. Sin embargo, veo mucha influencia en Equilibrium (2002) aunque hablemos de una peli de acción y seguramente, no sea tan
conocida. En Equilibrium, el bombero es sustituido por un clérigo
policial y los libros son prohibidos con pena de muerte si se poseen. La escena
entre los clérigos interpretados por Christian Bale y Sean Bean es
significativa ya que uno de ellos roba un libro en uno de sus registros, tal y
como realiza Montag en la obra escrita. Se plantea la duda en los ejecutores de la ley.
En el momento en que Montag roba un libro en uno de sus registros, pasa de ser perseguidor a ser “perseguido”. En plena persecución, el gobierno realiza un vídeo matando a nuestro protagonista en TV con un burdo montaje de IA para tranquilizar a la población, tal y como sucedía en la película de Schwarzenegger (Perseguido, 1987) de la cual soy muy fan.
Otro dato curioso, es que el protagonista de la novela se llama Guy
Montag, muy parecido a Guy Fawkes, que fue aquel señor
que intentó volar el parlamento británico en 1605 y que tan bien fue
homenajeado en V de Vendetta con su eterna máscara.
En el libro, la esposa de Montag, Mildred, se le percibe cierta locura por su reclusión y aceptación dentro del tiránico gobierno. Permanece siempre drogada e inmóvil y con cierto grado de resignación que me recuerda mucho a la película de Los Sustitutos de Jonathan Mostow donde el personaje de Rosamund Pike vivía “escondida” a través de un avatar. En el libro, también se hace referencia a una intervención médica a distancia (extracción de sangre envenenada y su reposición) llamada el Ojo, donde el enfermero se vestía con un casco óptico para atisbar el alma. “Montag veía, aunque sin ver, lo que el Ojo estaba viendo.” Me recuerda mucho a los vigilantes del gobierno absolutista de Gilead de la serie (y novela) el Cuento de la Criada que eran denominados Los Ojos.
FAHRENHEIT 451 de TRUFFAUT (1966).
Mis conocimientos sobre el cineasta Truffaut son bastante pobres. Soy consciente que es un referente. Por tanto, no comprendo muy bien el sentido filosófico que existe en dos escenas rodadas a la inversa. Me producen tal comicidad como en la escena de la biblioteca de Top Secret (1984). Por ejemplo, en la escena de la quema de libros, nuestro protagonista se uniforma “al revés” o cuando los bomberos suben por el tubo de sus instalaciones, también se refleja un burdo rebobinado. Ésta última escena me retrotrae a la serie Batman que justamente pertenecen a la misma década.
Además, la obra de Trufaut se nutre de escenas surrealistas. En una secuencia, se observa a un señor haciendo que se besa a él mismo
en plena redada policial. En otra escena, uno de los bomberos vestido de mujer, vigila a
Montag, transmitiéndome la duda si tengo que tomarme en serio la cinta.
En otra secuencia curiosa, Beatty, el capitán de los bomberos muestra
los últimos detenidos a Montag a través de un álbum. En esas fotos, aparece
Montag con "detalles" para no ser reconocido y con un símbolo de no capturado.
Soy consciente de que la película de Truffaut es una película de culto pero el hecho de visionarla en nuestros tiempos y leer el libro previamente, no ayuda mucho. La novela posee cierta poesía y la película alcanza cotas de comedia que me sacan de la cinta. Otro detalle surrealista, es la actriz femenina que interpreta a dos personajes en la misma película: Mildred, la esposa que vende a Montag a las autoridades y a Clarisse, la mujer que hace "despertar" a Montag. Se le cambia el peinado y andando. Al mismo Ray Bradbury no le fascinó mucho la idea aunque la versión romántica del director era mostrar las dos caras de la misma moneda. Además, hay un cambio de nombre de Mildred a Linda de un formato al otro por temas de qué Mildred no es un nombre muy común.
No quiero entrar en materia de relevancia de personajes en los dos formatos porque es aburridísimo pero en lo que sí se coincide es que Clarisse es un personaje desaprovechado en el libro y aséptico en la película. También valoro positivamente la aparición del Quijote de Cervantes y el libro La derrota de la armada española por Garrett Mattingly. Qué trasciendan los mares, elementos imprescindibles de nuestro país siempre es de agrado.
En la obra literaria, aparece un perro mecánico del cuerpo de bomberos que actúa como rastreador de herejes y delincuentes. Entiendo que en 1966, el CGI o los animatronics no estuvieran al alcande de Truffaut. Sin embargo, se dejan al (ex)profesor Faber, que es parte primordial del “despertar” de nuestro protagonista, Montag. Para más inri, no aparece ni en la película del 2018 que se supone que disponen de más medios. El personaje de Faber sería el Michael Caine de Los hijos de los Hombres, el Stephen Fry de V de Vendetta o el John Cleese de Últimatum a la Tierra (2008), que cuelo sin pestañear por el asunto apocalíptico.
La función de Faber es aconsejar mediante a un auricular a Montag para que no se deje embaucar por el villano de la película. Es más, este personaje insta al protagonista a que encuentre a un colectivo de “mendigos” intelectuales que se dedican a memorizar libros enteros con el fin de preservar la literatura. Sin duda, es un personaje reseñable que en las dos películas ignoran de manera supina.
Reflexión final:
Me quedo con dos aspectos de la novela de Bradbury sumamente interesantes y que tocan nuestros días. Como ya he comentado, es curioso como dos generaciones tan alejadas acaben tocándose como si fueran extremos ideológicos.
En la novela y película, los intelectuales son perseguidos y
alejados de la grandes ciudades. Bradbury transmite en su obra, la pasividad de estos
grupúsculos intelectuales que nunca emprendieron ninguna lucha aún a sabiendas de la deriva de la sociedad. "Se dejaron solos unos a otros hasta que fue demasiado tarde". Faber:
“Mr. Montag está usted viendo un cobarde”. Viendo nuestra clase política
actual, en una sociedad donde prima la emoción en detrimento a la razón, somos
carne de un populismo barato que nos lleva a una deriva difícil de corregir.
Además, Bradbury se adelanta con un tema tan de actualidad como el abuso del teléfono móvil, las redes sociales (y la IA en general). El autor advierte que un exceso de tecnología nos deshumaniza y el consumo desmesurado de la radio y de la televisión son un impedimento para la interacción social. Este axioma se puede extrapolar al uso de los teléfonos móviles. Estos detalles acarrean un fuerte individualismo y como colofón, una deshumanización del prójimo. En el libro podemos ver como ciudadanos dejan cartas en un buzón “público” para alertar a las autoridades de posibles infractores aunque su condena sea la muerte.
Para finalizar, poco hay que comentar de la versión de Farhrenheit 451 del 2018, que a priori tiene mala fama pero se compone de un reparto bastante potente con Michael Shannon, Sofia Boutella y Michael B. Jordan. Es una vuelta de tuerca más pero nos encontramos con otra oportunidad desaprovechada. Los bomberos están en “streaming” con la población y los libros son depositados en animales a modo de almacenaje. Juzguen ustedes.