sábado, 23 de diciembre de 2017

Misterios de Argail: Mi cena terrorífica en el Castillo de las Tinieblas de Gavá.


No hace mucho, fui a celebrar un aniversario familiar sin saber la hora ni el lugar. Según cuenta la leyenda, se comentó donde se iba a celebrar tal convite pero como mi cerebro huye de algunas conversaciones, pude vivir la sorpresa con la misma ilusión que la cumpleañera. Aterricé en Gavá, un municipio que se ubica a 12 km de Barcelona y al llegar a cierta entrada se hizo una pequeña caravana de seis coches en la penumbra. Tocaron las 21:00 horas y se abrieron las puertas del averno. Y ya me vi el percal.

En el exterior, observo un edificio de tres plantas y un minicementerio de papel maché con encanto. Se hace cola en el restaurante para “entrar y jamás salir” y la espera se ameniza con un difunto enfermero que saluda a los futuros comensales. Ya se empiezan a escuchar los primeros grititos de espanto acompañados de la consiguiente risita floja.



Llegamos a la puerta del restaurante y nos aguarda un hombre con acento portugués de carácter borderline y ataviado con un bombín. Nos indica que no hagamos luces con el móvil en las actuaciones y que respetemos a los actores de la función. Después nos comenta, que no nos preocupemos por el miedo del castillo porque el susto de mayor calibre será cuando nos traigan la cuenta. Aquí me cayó mucho mejor.


Por fin dentro. Observo que detrás de una barra se encuentra la clásica monja endemoniada que te señala una especie de museo muy curioso. Tiramos hacia el misterio a ver las obras expuestas.






Y aquí llega el momento cumbre. Todo el mundo sabe que soy un hombre curtido en las mil batallas pero por una distracción tuve el mayor respingo de toda la noche. En dicho museo, se hallaban varios “muñecos” expuestos pero había una señorita un poco sospechosa que entre la oscuridad y la neblina me hacía dudar. En un acto de repelencia por mi parte, le dije a mi sobrina de 13 años, que aquella muñeca del infierno me parecía auténtica. Cuando exhalaba el “parecía” de la frase, aquella hija de satán se me echó encima y del salto me escondí detrás de mi sobrina mostrando al mundo ser un pusilánime. Principio de embolia.



Después, apareces en otra barra de bar donde la plebe se toma sus Kina San Clemente para ir haciendo hambre. Sin duda, es la zona donde todo quisqui aprovecha para realizar las fotos pertinentes del interior del castillo que está adornado con todo tipo de ornamento mortuorio. También se halla una especie de trono fantasmal donde es imposible no sentarse y hacer el congrio un rato para la foto. En mitad de la multitud de clientes, se vislumbra un hombre vestido de bestia y el enfermero que estaba en el exterior de la puerta de entrada. Y cómo no, también vino a visitarnos la susodicha hija de satán que se desplazaba a cuatro patas por el suelo, provocando estampidas y griteríos varios. La mejor, sin duda. Me recordaba a aquella familia turca que caminaba a cuatro patas. ¿No lo habéis visto?


Te van sentando en una sala central donde se vislumbra un pequeño escenario y empieza el papeo y el espectáculo. Los comensales se van sentando en las mesas que están bien, a excepción de una de ellas, que tiene una fantástica (y satánica) columna en medio, que obliga a ladearte para no perderte la función. Eso sí, aparte de acompañarte la sal y el aceite en la mesa, también se añade a la comida, una melodía terrorífica a todo castaña como hilo musical. Cuando llevas 15 minutos ya ni la escuchas porque forma parte de tu tímpano.


Manjar:

La comida es buena. Te meten la típica “llesca de pà amb tomàquet” y hay una madera de la que cuelgan, según ellos, embutidos de cadáver con picos de pan. Divertido. Después, sopa y una degustación de quesos endemoniados, y por último, una bandeja de carnes de todo tipo. Yo comí como un verraco y me llené, aunque en este tipo de eventos con espectáculo, no ingiero bien y voy regurgitando cual gorrión moruno. Además, por caridad, la organización del evento en un punto a favor de ellos, dejan un tiempo prudencial a manducar los platos entre los espectáculos. Por cierto, para aquellos que tengan dieta alternativa, existe un menú vegetariano con espárragos malditos y coles de Transilvania. Los ingredientes me los he inventado pero lo del menú, “haylo”.



Pero donde la originalidad se hace patente es en los postres. El detalle de que suene la marcha fúnebre (ja) en el momento que traen las tartas a los cumpleañeros, fue una risión. Además, los postres rezuman originalidad.


Espectáculo:

Una terrorífica voz en off te introduce en las cuatro infernales actuaciones (creo que fueron par de par). Viví a Michael Myers de Halloween, IT, The Walking Dead y la matanza de Texas. Lo bueno de este tema, es que no hay posibilidad de spoileo ya que varían a menudo los espectáculos y están al quite con la actualidad terrorífica. Por afinidad y puestos a escoger, me hubiera gustado disfrutar del señor Freddy Krueger y del amigo de Saw pero lo tenebroso es azaroso.



Ni no no ni no no ni ní ni no no ni… Suena la BSO de Halloween. En la actuación del señor Myers cogieron a un pobre macho y lo ataron a una especie de poste mientras toda su mesa se partía el ojal. Lo que no se imaginó el público masculino (ni tampoco el susodicho ya que le colocaron una calabaza en la cabeza) es que aparecieran dos vampiresas en cueros a morder a la pobre víctima. Pobre víctima. Sí, sí… pobre.



También estuvo curiosa la función de la Matanza de Texas donde apareció la familia por el comedor, tocando las pelotas a los comensales. Hasta que llegó el esperado “Caracuero”, que con su motosierra dejó un olor a gasoil por toda la sala. A parte el tío, te acercaba la sierra a la cara y el miedo a que la hoja fuera a tu ojo, estaba ahí. El espectáculo del Walking Dead, quizá fue el más flojillo de la noche. Se escuchaba la música “falsa” (supongo que por temas de copyright) de la intro de la serie a todo trapo; y el señor Rick Grimes  con su pistola de fogueo, cada vez que disparaba, aumentaba mi sordera. Qué escandalera.

Sin embargo, donde partieron la pana fue en la actuación de Pennywise de It. Una caracterización muy conseguida y eso que la película llevaba sólo dos semanas de estreno. En esta función, pedían a la plebe que apagara el móvil y también las velas que rodeaban la mesa. Entonces con el juego de apagar y encender las luces, el payaso, muy hábilmente, iba desplazándose por la sala. Claro… a la que encendían las luces y veías al de IT a tu lado, era motivo de sobresalto.



Por supuesto, después de cada actuación te invitaban a que te hicieras la clásica foto con el monstruo de la función en el piso de arriba. Y gratis. En resumen, los actores y las actrices se portaron con mucha profesionalidad y las funciones están organizadas para que ninguna se haga cansina ni para que a uno le invada la vergüenza ajena. Además, ya se sabe que en estos ambientes grupales de celebración y alcoJol, siempre hay alguno o alguna de los clientes que no se calla ni debajo del agua.



Recomiendo el restaurante para celebraciones puntuales como cumpleaños, comuniones, bodas y divorcios por aquello de la originalidad y porque si eres de la zona y eres un empanado como un servidor, es menester saber que ese lugar existe y que lleva abierto desde el 2003. Personalmente, sólo me he visto en esta tesitura en un par de ocasiones donde se intercambiaron los asesinos en serie y los monstruos por Drag Queens y transformistas. Por cierto, celebraciones que también recomiendo encarecidamente.
El dueño de todo este embrollo es el Sr. Juan Carlos Bonet que con la foto ya paga pero se le ve muy majo por lo que he visto en algunas de sus entrevistas.


El precio es de unos 33 € (15 € comida + 18 € espectáculo). Importe muy popular para lo que es este tipo de cena+espectáculo aunque se quejen los "típicos" de las redes sociales. Mismamente, en mis cenas de Drag Queens pagué 50 € y el fin de semana pasado me clavaron más de 30 € donde el espectáculo consistió en cómo dividir la cuenta entre seis. A estas cuevas no se suele ir cada fin de semana y yo salí feliz.

Feliz navidad endemoniados.